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Seducido, engañado y pendejo

Jamás pensé que la necesidad de tener un teléfono medio modernito implicaba ser objeto de burla en Telefónica Movistar.

Hace más de un año, recibí a mi celular -valorado en no más de 30 o 35 dólares- la llamada de una joven colombiana, que me invitaba, con una voz súper sensual, a adquirir un teléfono de última tecnología. Habló maravillas de mí, de mi facturación, de mis puntos y me dijo que pasaría a ser casi un súper hombre, hasta guapo creo que me dijo. Y me convenció.

Acepté su invitación y me compré uno bastante elemental, pero de última tecnología, que me permitía caminar por las calles, manejar y hasta conversar con la gente, chateando, whatsapeando, facebookeando y twitteando. El costo del juguetito fue bastante cómodo y diferido, lo cual le daba un sabor como de regalo. Hoy me enteré que si me quiero cambiar de operadora debo pagarles el valor real de lo que me habría costado el teléfono, si no hubiese sido el feliz afortunado de esa llamada.

La joven colombiana trajo a mi vida un calvario del que ahora ni siquiera me puedo deshacer. Mis problemas comenzaron después de más de una hora de espera en mal servicio al cliente. Cuando llegó mi turno, uno de los chicos, muy bien instruidos, me ofrecía el dichoso nuevo aparato.

El primer requisito era dejar de ser un común y pueblerino plan prepago, para pasar a tener un “importante” plan corporativo. Esto, a pesar de no habérmelo dicho la colombiana simpática que me llamó, no me parecía mayor problema, pero en realidad era solo el inicio de un chorro de plata, muchos viajes a sus oficinas, reclamos infructuosos, burlas y mentiras por parte de Movistar.

Al principio, y hasta el día de hoy, mi súper plan corporativo mensual se termina en 8 o 10 días, lo cual me obliga hasta a triplicarlo en recargas posteriores. El dichoso teléfono moderno comenzaba a ser más costoso que tener una amante. Me acerqué varias veces a sus oficinas a pedir un cambio de plan u otra solución, tomé varios turnos, las primeras veces me disgustaba tener que esperar tanto, luego opté por llevar mi laptop y hacer mi oficina en sus instalaciones mientras esperaba. Siempre “me dejaban contento” diciéndome que iban a analizar el plan, y el famoso “no nos llame, nosotros le llamamos a dar una respuesta”. Me senté en muchos módulos, me recibieron: María, Roberto, Vinicio, Paúl, Ximena, etc. Como ninguno de ellos pudo resolver mi problema, busqué a funcionarios de más alto rango. Conocí a Gabriela, Patricia, Raúl, Roberto, etc. y en ese peregrinaje por las oficinas de Movistar llevo más de un año. Estos personajes de más alto rango lo máximo que han podido hacer por mí es regalarme una que otra recarguita para que me pase el enojo y “reponerme” las recargas posteriores a los 8 primeros días, y en las cuales fundamentaba mis reclamos. Por eso digo que se burlaron de mí. Me hicieron poner un ratito contento con las recargas para alargar mi calvario y hasta ahora no pueden darme una solución.

Posteriormente, y sin tener resuelto el chorro de plata en el que se había convertido mi maldito teléfono, comenzaron los problemas de los débitos bancarios, que pagaban los 8 o 10 primeros días del mes de celular. Los débitos se hacían cuando les daba la gana, me debitaban por partes, amanecía un día cualquiera y yo no tenía servicio por falta de pago. Tenía que acercarme a ventanillas a pagar saldos que no me habían debitado de la cuenta y me decían que eso ya era cuestión del banco o que quizá yo no tenía dinero en la cuenta el día que a ellos se les ocurría debitarme (cuenta de la que pago mensualmente otros servicios básicos, sobre todo los públicos, sin ningún inconveniente). El problema de los débitos aparentemente ha sido resuelto, aunque me costó muchas horas de oficina en las cómodas sillas de mal servicio al cliente.

Fueron estos problemas con los débitos bancarios los que me hicieron casero de las oficinas de Movistar, pero mi plan sigue durándome 8 o 10 días. En una de esas agotadoras jornadas de reclamo, después de haber hecho mis trámites de oficina en sus instalaciones, y mientras esperaba mi turno, uno de los instruidos ejecutivos de ventas me informó de un plan de Internet para mi laptop, seguramente me vio buscando señal wi-fi para poder trabajar una o dos horas mientras llegaba mi turno.

Destaco, a pesar de todo, la capacidad de instruir y capacitar a su personal, en técnicas de persuasión y convencimiento a quien ingrese por la puerta. Y critico mi papel de pendejo al dejarme convencer y adquirir el módem de Internet para mi laptop.

De una manera bastante similar a como me vendieron el juguetito moderno, me convencieron y me vendieron el módem para tener Internet hasta en el baño. Tropecé con la misma piedra y fui víctima de un engaño más por parte de Movistar.

Una vez más me mintieron, me dijeron que por una súper promoción, me vendían un plan de Internet en el que, para comenzar, me regalaban el módem, es decir el aparato, y mis mensualidades a pagar serían del 100% en los meses pares y del 50% los impares, o al revés, 100 % los meses impares y 50% los pares, eso en realidad no recuerdo bien. Pero me siento burlado, y como un pendejo, ya que todos los meses pago lo mismo por el dichoso servicio de Internet. No existe tal descuento del 50% que se me ofreció y que me convenció de adquirir el plan.

Como si no fuera suficiente burla, ahora que quisé cancelar el plan, junto con la línea de teléfono me dijeron que como ahí no aplica el dicho “El que regala y quita con el diablo se desquita”, por el módem que me habían regalado me tocaba pagarles 65 dólares, si quería cancelar el plan. El señor, mostrando lo bien instruido que está y de una manera muy educada, me dijo: “Sr. Yerovi, debe comprender que ya es un equipo usado y por eso no nos puede devolver el regalito de una manera gratuita, le cuesta $ 65”.

Ahora, ¿quién podrá ayudarme? No puedo irme de Movistar sin antes dejarles como recuerdo 100 dolaritos entre el celular y el módem que un día fueron regalados. Pero dan un servicio de tan mala calidad que quizá sí se los regale y me vaya a buscar mejores días en otra operadora.

Agradezco a diario El Telégrafo por permitir que mis infructuosos reclamos los pueda escuchar alguien más que no sean los aplicados y bien instruidos funcionarios de Movistar, que seguro han escuchado mi caso en miles de personas, a quienes invito a protestar en medios abiertos como este por los malos servicios que recibimos a diario de empresas como esta.

Esteban Yerovi Proaño


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